Creo en los pasos lentos, en el tiempo necesario para cada cosa,en las fortalezas formadas por las pequeñas construcciones de cada día, porque son esas las que no se caen con el primer viento. Esos pasos que afirman con fuerza cada aprendizaje, sintiendo todo.
Saborear despacito una comida caliente, detenerse a oler una flor, el avistaje silencioso de un ave. También es la tristeza que irrumpe de golpe por algún recuerdo de alguien que ya no esta, dejar caer las lagrimas poco a poco, esas que si no salen duelen mas.
Creo que las cosas se viven intensamente, pero paradójicamente en la pausa, no todo lo intenso es necesariamente rápido .
Todo eso que la constancia hace mas solido, por eso confío mas en la belleza del viaje, que en la creencia de un destino. Cuando me permito sentirlo todo, lo que me inunda de alegría pero también aquello que duele, entiendo lo que significa y el mensaje que llega a mi, entiendo que algo importante se esconde en esos segundos, incluso de incertidumbre.
Creo en los pasos lentos, esos que en un segundo sienten la tierra, el barro, o la arena caliente, sin la necesidad de salir corriendo porque ese estimulo es necesario para entender a donde vamos después.
A veces lo rápido sale caro, no se saboreo lo suficiente como para darnos el tiempo de saber, si es lo que elegimos comer, y admito soy impulsiva, siempre decidí con el primer latido de mi corazon, pero siempre camine lentamente en mi interior, aprendí lentamente para guardarlo todo, disfrute cada segundo, supe como bucear despacio en el mar.
Valorar los regalos de la vida, entender que lo quiebres que nos cambian profundamente no son magia, sino el resultado de una serie de sucesos que nos fueron transformando en el camino. Cada pequeño paso es el que le da sentido al camino.
Caminar lento, como quien respira la vida misma, despacito, en cada aliento, aprendices siempre, sin dejar de sorprendernos.
Comentarios
Publicar un comentario