Supongo que quizá, estarás esperando que te explique porque nos alejamos. En un principio lo pensé más de mil veces, llegando cada vez a una nueva conclusión, menos favorable.
Con el tiempo fui aprendiendo, que hay elecciones que una vez que las entienda y las decida yo, es suficiente para seguir caminando.Entonces sigo. Tranquila. Serena. Muda.
No te debo nada. Ni siquiera aclararte los motivos. Todos sabemos que en toda conversación se generan unas idas y venidas desagradables, dónde se disputa la razón arriba de la mesa. Y no tengo ganas. No las tengo. Y parte de mí decisión es no hacer ningún esfuerzo para tenerlas.
Uno conoce su propio limite cuando viene otro y te lo despierta. Del mismo modo, dicen que uno no te genera las heridas, sino que ahí, dónde te hace doler, tan solo te las muestra.
A esta altura, debería agradecerte el dolor que me causaste porque evidentemente, descubrí algo que no sabía.
El problema de toda esta historia, es que no me dolieron mis propias roturas reviviendo en tus palabras, sino y creo yo, que era innecesario que seas vos, justo vos, quién tengas que hacer el trabajo sucio. Eso sí que no lo entiendo.
Y no lo entiendo.
Y no me gusta.
Y no lo quiero.
No me dolieron tus golpes, pero sí que me golpearas.
Y no lo entiendo.
Juro, que no lo entiendo.
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